lunes, 11 de junio de 2012


La historia que he escrito hoy, bueno en realidad no se le puede llamar historia en si, mas bien es un fragmento de una parte de la historia. Bueno, en fin, vayamos a lo importante, este fragmento forma parte de la novela que estoy escribiendo en la actualidad, tal vez al final ni siquiera la incluya pero desde luego forma parte de la vida del personaje principal, Cecilia.

Como es tan solo un fragmento he decidido titularlo como la novela.

Espero que os guste, o que por lo menos os haga sentir algo…




CECILIA



Estar a su lado hacia tiempo que había cambiado de significado. Antes solo el pensamiento de permanecer junto a el evocaba tantas sensaciones placenteras que jamás se propuso ni tan siquiera identificarlas, separarlas o analizarlas, simplemente estaban ahí y ella se limitaba a disfrutarlas.

Ahora estar a su lado solo servía para recordarle que envejecía, que su vida no había seguido el camino que debía.

Hacía tiempo que había comenzado a apagarse, porque ella, antes de toda aquella tristeza marital, brillaba, brillaba intensamente, tanto que en más de una ocasión al entrar en una habitación o un bar muchas personas se volvían a mirarla, no como en las películas, pero si de una manera bastante obvia. Ahora, al mirarse en el espejo no veía nada de eso, ninguna luz, solo el reflejo de una mujer cansada, que en la treintena, debería sentirse y verse joven, pero que a pesar de sentir en efecto muchas cosas ninguna se acercaba vagamente a eso. Al contrario, hacía tiempo que solo veía canas, bolsas, ojeras y tristeza en unos ojos que no hacía tanto tiempo incluso a su apático marido le volvían loco.

¿Qué había ocurrido? ¿Había sido tal vez ella la culpable? No le gustaba hacerse preguntas en el silencio de la soledad porque a menudo las repuestas a esas preguntas eran dañinas y oscuras. De hecho había tomado una decisión al respecto. No volvería a pensar en nada de eso hasta la primavera, tal vez incluso hasta el verano, dejaría que el invierno siguiese su camino y tal vez con el sol las cosas se viesen de otra manera, porque seguro que estaba exagerando, seguro que solo era un bache, que no había perdido ninguna luz, porque mirándose a ese espejo solo había una mujer triste, opaca, de aspecto demasiado cansado como para ni siquiera insinuar que en algún momento hubiese podido brillar.

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