miércoles, 13 de junio de 2012

CAPITULO 9, EL GUARDIAN


Tomada como tenía ya la decisión de hablar con el no creí que fuese necesario esperar más, no tenía ningún sentido retrasar algo que sin duda me haría bien, sabía lo que quería preguntarle aunque no estaba demasiado segura de que sus respuestas me fuesen a dar la tranquilidad que necesitaba.
Me preparé un café con leche y unas tostadas, desayuné tranquila, sin prisas, intentado buscar la mejor manera de afrontar la conversación y ordenando detalladamente en mi mente las preguntas que le haría. Aunque sobre todo había tres que necesitaba hacerle, tres que volvían una y otra vez a mi, ¿Por qué sentía que le conocía si no le había visto nunca antes en toda mi vida?, ¿Por qué el se comportaba conmigo como si lo supiese todo de mi? Y tal vez la más importante aunque no creía que el pudiese darme una respuesta ¿Por qué me parecía que en el fondo todo aquello estaba bien, que era lo correcto?
Después de fregar y recoger todo lo que había usado para el desayuno decidí darme una ducha, que sin duda creí me ayudaría a despejarme y a sentirme más activa, pues a pesar de que estaba nerviosa y alterada una sensación de abotargamiento me había acompañado desde que me había levantado esa mañana.
Me vestí frente al espejo de la cómoda, unos vaqueros y una camiseta verde de manga corta, y entonces, después de mucho tiempo sin hacerlo me detuve a observar mi reflejo. Hacía tiempo que no me prestaba demasiada atención, tenía el pelo más largo de lo que pensaba y a pesar de que me lo había recogido en una coleta, un par de mechones ondulados me caían sobre la cara, nunca me había acabado de gustar del todo mi pelo, ni liso ni rizado, como si nunca se decidiese a tomar una forma, pero en aquel momento me pareció que estaba bien, suave y algo más claro de lo habitual. Estaba bronceada por lo que mi piel tenia un bonito tono dorado, mis ojos, la parte de mi que sin duda más me gustaba, marrones o verdes siempre dependiendo de la luz, estaban brillantes y a pesar de que había adelgazado un poco me veía bien, de hecho me sentía incluso mejor. Tenía buen aspecto, estaba lista para salir de casa, cruzar la calle y enfrentarme a el, no, eso no era lo que quería hacer, lo que realmente deseaba era reencontrarme con el.
Antes de salir a la calle abrí las ventanas de la casa, siempre me había gustado esa sensación, la del aire frió de las mañanas dándome en la cara, parecía ser la parte que le faltaba a mi mente para terminar de despertarse.
El día era soleado, claro y sin apenas nubes, parecía que el día anterior había dado por fin salida al verdadero verano, aquello me animó aún más y me hizo sonreír aunque enseguida lamenté no haber buscado las gafas de sol entre las cosas que todavía no había guardado, esperaba por lo menos haberlas traído, el sol siempre me molestaba en los ojos.
Cuando salí de casa encontré frente a mi puerta algo que sin duda no esperaba, tumbado justo en la entrada estaba Travis, cuyo único movimiento se limitó a un sonoro suspiro cuando la puerta se cerró tras de mi.
Algo no iba bien, no porque Travis estuviese allí, sino porque lo sentía, sentía que algo no iba como debiera, y justo entonces lo supe, la realidad me golpeó en aquel instante y tuve que sentarme en el pequeño banco de mi porche. Su casa estaba vacía, no lo sabía solo porque las ventanas estuviesen cerradas o porque parte de sus plantas hubiesen desaparecido, algo dentro de mí me decía que se había ido.
Me levanté lentamente y crucé la calle bajo el sol que tan solo unos minutos antes me había hecho sonreír, aunque ya no lo veía, ya no sentía su calor, ya no había nada más que aquella casa que yo sabia vacía, y fue al llegar frente a su puerta y sentir el silencio cuando todo llegó de golpe, la sensación de abandono, de oscuridad, la opresión en el pecho, el no estaba allí, nos había dejado solos, porque no podía entender como  había dejado a Travis tras el, y lo que era aún peor, ni siquiera me había dado cuenta de cuando había ocurrido, preocupada como había estado en esquivarle y en no pensar en el, no había visto lo que estaba pasando a mi alrededor, se había ido.
Mi mente estaba vacía a excepción de una pregunta que gritaba sola y con fuerza ¿Por qué?, luego siguieron otras, todas ellas inevitables, ¿Por qué lo habría hecho?, ¿no me había dicho acaso no solo que podía esperarme sino que lo haría? Lo recordaba perfectamente, habían pasado poco más de 24 horas desde que me había dicho que me esperaría, que estaría ahí cuando estuviese preparada, pues entonces ¿Qué estaba pasando?, ¿Dónde estaba?, quería gritar que ya estaba lista, que ese era el momento, pero justo cuando estaba dispuesta ha hacerlo, cuando estaba a punto de gritar con todas mis fuerzas que me había mentido, me detuve, no lo hice, comprendí que no tenía ningún sentido, y de nuevo volvió a golpearme aquella sensación, la que me decía que el ya no estaba allí.
Me sentía demasiado mal como para permanecer allí de pie más tiempo así que me di la vuelta dispuesta a entrar en casa y encerrarme en ella cuando me encontré de frente con la mirada de Travis, estaba tan ensimismada en mis pensamientos que me había olvidado de el casi por completo, ya no estaba tumbado, se había sentado y me miraba atentamente, dispuesto a venir hacia mi en cuanto yo se lo pidiese, pero no lo hice, en lugar de eso comencé a cruzar la calle despacio, y entonces vi algo bajo una de sus patas delanteras, había lo que me pareció en un principio algún tipo de propaganda. ¿Cómo no lo había visto antes?, seguramente Travis se había tumbado encima, pero aunque no hubiese sido así, había salido tan decidida hacia mi objetivo que seguramente habría pasado por encima sin verlo.
Cuando levanté la pata del perro aún no imaginaba que podía ser pero ya estaba bastante segura de que no se trataba de ninguna publicidad, desde luego este pueblo no parecía un lugar en el que fuesen dejando propaganda por las puertas de las casas.
Solo cuando lo tuve en las manos me di cuenta de que era algo más, era una carta, la abrí ansiosa mientras me sentaba al lado de mi nuevo amigo, que no desaprovechó la oportunidad de saludarme con un sonoro lametazo en la mejilla, yo por mi parte apenas le presté atención, solo esperaba, deseaba que fuese de el. Aun antes de desdoblarla completamente pude ver que no era demasiado larga, tan solo unas líneas, pero las suficientes como para sentir que mi respiración se paraba casi en el acto, sin duda era de el, la letra era bonita, de trazos limpios y finos.
Hola preciosa:
He tenido que irme unos días, sé que dije que te esperaría y créeme por favor si te digo que esa sigue siendo mi intención. Sé que ya lo sabes pero aun así quiero decirte que eres muy importante para mi. Por supuesto, no tenia la menor intención de dejarte sola, no permitiré que te sientas así nunca más, así que he dejado a Travis para que cuide de ti por mi, (ya se que no es necesario pero como ya sabes, me siento más seguro sabiendo que mi mejor amigo esta cuidando de mi chica), no te dará ningún problema, he dejado su comida en casa junto a mi número de teléfono.
Intentare volver en un par de días.
PD. No te enfades conmigo por no despedirme, me hubiese gustado decirte adiós de otra manera pero me ha parecido que intentabas evitarme y no quería que te sintieses incómoda.
No te olvides de mí por favor.
Izan.


Me quedé allí sentada junto a Travis, acariciándole casi sin darme cuenta de lo que hacía, quería leer la carta una y otra vez, ¿A donde se habría ido? Nunca lo hubiese reconocido en voz alta pero si que me sentía más sola ahora que el se había marchado, aquella sensación continuaba haciéndome sentir incómoda, aún no podía comprender como aquello me estaba ocurriendo a mi, pero volví a leer la carta de nuevo, intenté hacerlo con ojos diferentes, desde otra perspectiva, buscando algo que antes no hubiese sabido ver, no solo me consideraba alguien importante sino que además daba por sentado que yo lo sabía, y lo cierto es que era verdad, por supuesto no tenía ni idea de por que pero lo sabía. Y fue al leer de nuevo el final de la carta cuando no pude evitar sentirme mal, no solo se había dado cuenta de que le estaba esquivando sino que además había evitado por todos los medios molestarme dejando para ello a Travis y su despedida en la puerta.
Como me hubiese gustado poder decirle que aquello no era necesario –Lo siento chico –dije acariciando con suavidad a Travis –. ¿Cuanto tiempo llevabas aquí fuera? De verdad que lo siento –hubiese querido preguntarle a Izan que era lo que le obligaba a separarse de mi y sobre todo le hubiese dicho que no iba a olvidarme de el, sobre todo porque sabía que ya no podría hacerlo.
Solo cuando hube leído la carta las suficientes veces como para verla en mi mente sin necesidad de ningún papel la doble de nuevo, y entonces mientras me ponía en pie y la guardaba en el bolsillo trasero de mi pantalón me di cuenta de que antes ese mismo papel había estado en sus manos, que aquella era su letra y que no sabía cuanto tiempo antes el había estado allí de pie, separándose de su mejor amigo solo para evitar así que la soledad que el sabía que ambos sentiríamos fuese  más soportable para mi.
A pesar de que aún intentaba contenerme ante algo que casi no entendía, ante algo que mi mente y mi sentido común me decían que era demasiado pronto para sentir, no pude, no supe como hacerlo y mientras abría la puerta para dejar pasar a Travis las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas.
Cerré tras de mi y como ya había hecho el día que llegué me senté en el suelo con la espalda apoyada en la pared, con la diferencia de que ahora estaba llorando y tenía la cabeza de un enorme pastor alemán sobre mi regazo. Tras unos minutos las lágrimas acabaron aunque solo para dar paso a una sensación aún peor, no sabia que hacer, me había preparado a conciencia para lo que seria sin duda una de las conversaciones más importantes que iba ha tener en mi vida y ahora que no iba a tener lugar, no encontraba la manera de dejar de pensar en ello. Tal vez pasear me ayudase a relajarme y a pensar más tarde con mayor claridad. Si, sin duda esa sería una salida bastante aceptable, andar hacia ningún lugar en particular, con el que sería mi guardián caminando a mi lado, sin rumbo, igualmente eso era lo que llevaba haciendo desde hacia tiempo, no saber hacia donde iba se estaba empezando a convertir en un rasgo familiar en mi, solo que ahora no estaba sola –Tu vendrás conmigo ¿verdad amigo? –apoyé mi cabeza sobre el cuello de Travis que no intentó en ningún momento apartarse de mi.

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