miércoles, 6 de junio de 2012

CAPITULO 7, SIN EL




Necesitaba pensar, me acosté de nuevo en la cama mirando el techo, esperando estar más tranquila para poder ver las cosas con claridad. “ Llevo esperándote 23 años”  eso era lo que había dicho, lo oía en mi cabeza una y otra vez aunque no podía entender que significaba, ¿cómo se puede esperar a alguien que no conoces?, ¿ cómo se puede esperar a alguien que no sabes que va a llegar?, nada de lo que estaba pasando tenía ningún sentido y lo más curioso era que no tenía miedo, ni él ni nada de lo que estaba ocurriendo me asustaban, sólo sentía una imperiosa necesidad de comprender, no sólo de comprenderle a él sino a mí misma, me estaba comportando de una manera que no reconocía en mi. Tenía que recapitular, despacio, desde el principio y eso era incluso antes de conocerle a él.

 

Llevaba mucho tiempo sintiéndome extraña, sintiendo que algo dentro de mí había cambiado pero no podía decir el que. Una sensación de pérdida se abatía sobre mí, sabía que en parte era debida a que echaba algo de menos pero era incapaz de averiguar el qué, a simple vista nada a mi alrededor había cambiado y de repente tuve la necesidad de huir de mi casa, de escapar de mi madre y de todo lo que me era conocido o familiar, porque ya, sin saber porque, no los sentía así.

De esa manera tan irracional acabé llegando a un lugar donde le encuentro a él. No, creo que lo correcto sería decir que él me encuentra a mí y a pesar de no habernos visto nunca antes se comporta conmigo como si nos conociésemos desde hace mucho tiempo. Me hace sentir bien, a su lado estoy tranquila e incluso su presencia me resulta cotidiana y familiar. Después nos habíamos besado, yo le había besado y mi cuerpo había reaccionado como si eso fuera lo que tenía que pasar, como si hubiese añorado su contacto durante mucho tiempo, como si hubiese estado sufriendo hasta entonces, en realidad hubiese jurado que esa sensación de perdida que tanto me había atormentado se había desvanecido en aquel mismo instante, al sentir el peso de su cuerpo sobre el mío se había marchado, pero ¿cómo podía ocurrir algo así? ¿Realmente era a él a quién estaba buscando? ¿Podría el saberlo y estar esperándome?

Sólo encontraba más preguntas, necesitaba hablar con él de nuevo, pero no en ese momento, tenía que esperar, volver a sentirme dueña de mí. Quería saber exactamente que le iba a decir y que respuestas necesitaba conocer, sin duda ese no era el momento adecuado, había dicho que llevaba 23 años esperándome, pues podría seguir haciéndolo un par de días más, y yo por mi parte intentaría averiguar qué era lo que realmente quería saber.

Me propuse pasar el resto del día tranquila, decidí dar un paseo por los alrededores de la casa, conocer el bosque o mejor dicho recordarlo y visitar la parte del pueblo que aún no había visto.

Después de darme una ducha e intentar comer algo salí a la calle, traté de no mirar hacia su casa, no quería verle, a pesar de que era lo más deseaba en el mundo en ese momento, porque no hubiese sabido que decirle ni cómo comportarme, pero aun así, lo primero que hice al abrir la puerta fue mirar hacia delante. No estaba allí, la puerta y las ventanas estaban cerradas así que supuse que tal vez se habría ido con Travis a dar un paseo por lo que decidí posponer mi visita al bosque, si había algo de lo que estaba segura era de que no hubiese podido controlarme si me lo encontraba a solas en el bosque, incluso después de la ducha, la comida y del tiempo que había pasado desde que se había marchado de mi habitación aquella mañana, aún sentía la necesidad de estar junto a él. Aquel día tendría que ser suficiente con conocer el resto del pueblo.

Estaba cerrando la puerta de casa cuando oí una voz chillona.

-Hola Carla ¿Qué haces? ¿Vas a salir? –Rosa, frente a mi puerta y de nuevo y sin ella saberlo mi salvación.

-Hola, la verdad es que si, había pensado dar un paseo por el pueblo, visitar la parte que aún no he conocido y tal vez comprar algún libro –ni siquiera sabía porque había dicho eso, ya había traído todos los libros que necesitaba, pero en aquel momento me pareció un buen plan para pasar la tarde. Comprar libros, tenerlos en mis manos, pasear entre ellos, siempre me relajaba. Por la cara que puso Rosa sentí que había errado en la elección – ¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?

-No, no es eso, es sólo que no creo que aquí puedas comprar muchos libros, la única librería que había en el pueblo cerró hace cosa de medio año.

-No me lo puedo creer ¿me lo dices en serio? –me arrepentí de haber hecho esa pregunta en el mismo momento en el que salió de mis labios, la cara de Rosa reflejaba resignación aunque sobre todo me pareció ver tristeza en sus ojos –. Y dime ¿cómo os las arregláis?  –a pesar de que sabía que mis preguntas no le gustaban no podía dejar de hacerlas, aquello sí que no me lo había esperado, ¿cómo podían no haber una librería en todo el pueblo? –. ¿Y donde compráis los libros aquí?

-Bueno no muy lejos en el pueblo de al lado si que tienen, de hecho allí tienen hasta una biblioteca y está bastante bien, aquí ya somos pocos y cada vez quedamos menos jóvenes Carla, me parece que no te has dado cuenta pero el pueblo se está muriendo, ya nadie quiere vivir aquí.

-Si me había dado cuenta de que había poca gente pero no creí que llegase hasta ese extremo. Simplemente pensé que se debía a las vacaciones de verano.

-Tranquila, de hecho el que tú y tu vecino hayáis venido ha animado bastante el pueblo.

Izan, no me acordaba de que aún no me había movido de las escaleras de casa, lo que significaba que en cualquier momento el podría regresar y sería inevitable vernos

– ¿Oye Rosa me acompañas? –dije mientras empezaba a andar.

-Si claro.

Empezamos a andar juntas hacia la carretera, estaba más callada que el día anterior, no pude evitar sentir que en parte era por mi culpa.

-Oye – no sabía muy bien cómo empezar la conversación sin que fuese obvio que deseaba hablar de él –. A propósito de mi nuevo vecino ¿sabes algo de el?

-¿De Izan? –asentí con la cabeza esperando no parecer impaciente –. Bueno no mucho en realidad, lleva poco en el pueblo y apenas ha hablado con nadie.

-Tú sí que has hablado con él ¿verdad?

Sabia que Rosa no habría podido aguantar la tentación de hablar con Izan. Guapo, misterioso, demasiado para no intentarlo por lo menos.

-Si bueno, no te voy a negar que por lo menos lo intenté, pero no fue fácil, de hecho a penas hablamos unos minutos, no es que fuese desagradable o mal educado, al contrario no dejaba de sonreír –estaba segura de eso, de hecho veía la escena en mi mente con mucha claridad, podía ver su sonrisa y a Rosa intentando recordar que quería de el –. No me dijo gran cosa, una mañana al salir de casa le vi apoyado en el pozo con su perro acostado a sus pies, tiene un perro muy bonito ¿verdad ?–asentí –. Bueno, el caso es que me acerqué a él, ya sabes con la intención de hablar un poco pero lo único que me dijo fue que había venido aquí porque quería pasar unos días tranquilo, aprovechar para pasear con su perro y hacer senderismo y ese tipo de cosas.

Volví a asentir con la cabeza, no era gran cosa pero desde luego no había esperado que Izan le contase mucho más a Rosa.

-Y siento comunicarte que también me dijo que no tenía pensado estar mucho tiempo.

-¿Qué? –desde luego eso no me lo había esperado –. ¿Eso te dijo?

-Pues si, me dijo que estaba esperando a alguien y que luego se irían.

Me quede quieta, en silencio, sin saber muy bien qué hacer, Rosa dio un par de pasos más hasta que se dio cuenta de que yo no la acompañaba.

-¿Carla?

Antes no quería parecer ansiosa o impaciente pero ahora me daba igual, quería saber todo lo que supiese y no me importaba lo que pudiese pensar.

-¿Te dijo algo más?

-No, pero aunque no me lo dijo es una chica, eso seguro –se quedó un rato callada mirándome –. Lo sé porque dijo algo así como “cuando ella venga pasaremos unos días más y luego nos marcharemos los tres” así que deduje que estaba esperando a una chica.

 De repente sentí mucho calor y todo comenzó a dar vueltas,

-¿Carla estas bien? estas pálida.

Me senté en unas escaleras a tientas intentando no caerme.

-Si, estoy bien, sólo me he mareado un poco.

-¿Has comido algo hoy?

-Si, aunque la verdad es que no ha sido gran cosa y ayer apenas cené, dame un momento ¿vale?

¿Qué estaba ocurriendo? ¿A quién estaba esperando?, ¿era posible que aquello estuviese ocurriéndome a mi?, ¿acaso me estaba esperando sin conocerme?, la respiración se me empezó a acelerar de nuevo porque si no me esperaba a mí la respuesta seria aún peor, simplemente no podía ser que estuviese esperando a otra persona, no sabía como pero estaba segura, era a mi a quien había ido a buscar, lo había visto en sus ojos.

-Oye Carla igual seria mejor que volviésemos a casa sólo por...

-¡No! –la interrumpí sin dejarla terminar, no quería volver –. Perdona, es que no me apetece estar hoy en casa, quiero pasear un poco y ver todo esto, además ya estoy mejor, mira –dije mientras me levantaba.

-Vale, como quieras –hablaba sin demasiada convicción pero comenzó a andar a mi lado –. Bueno y ahora que ya sabes que no tenemos librería ni biblioteca ¿que quieres hacer?

-Tranquila, creo que podremos encontrar algo que hacer –dije intentando parecer animada.

El resto del día transcurrió bastante tranquilo, o eso es por lo menos lo que intenté, de hecho incluso lo pase bien con Rosa. Me enseñó el pueblo al completo, no sólo las partes que no conocía, sino también las que ya había visto, y me contó las historias de todas las personas con las que nos íbamos encontrando por la calle, bien paseando o sentados en las puertas de sus casas. Conocía todo y a todos los que la rodeaban y resultó ser sin duda una gran guía turística.

A pesar de todo mi mente volaba constantemente de la realidad que me rodeaba a Izan, y aunque intentaba evitarlo y concentrarme en Rosa me era muy difícil mantener mi atención en ella.

Finalmente decidimos comer juntas en la terraza de un pequeño bar-restaurante y durante la comida pude apreciar con alivio que Rosa se iba animando poco a poco. Supe entonces que era un par de años mayor que yo y que a diferencia de muchos otros jóvenes del pueblo, algunos de ellos amigos suyos, había decidido quedarse allí. Le gustaba vivir en el pueblo y lo tenia pensado todo, se ganaría la vida igual que su madre, seguiría la tradición familiar, consistente en hacer y vender embutido artesanal, tanto a las tiendas del pueblo como a las de los pueblos vecinos. Yo personalmente no encontraba ningún atractivo en todo aquello pero ella en cambio parecía disfrutar sólo con hablar de ello.

Fue durante la comida cuando me dí cuenta de que a pesar de que Rosa hablaba y hablaba continuamente apenas sabía nada de su vida, me dio la sensación de que tal vez no la creyese tan interesante como la del resto de los habitantes del pueblo.

-Oye Rosa –dije mientras esperaba a que nos trajeran los cafés que habíamos pedido –. Me acabo de dar cuenta de que no se nada de ti.

-¿A que te refieres?

-Pues a que lo único que conozco de ti es tu nombre, que vives al final de la misma calle en la que vivo yo y que tienes dos años más que yo, es decir 20, y eso porque hoy hemos comido juntas.

-Eso no es cierto, también sabes a que se dedica mi familia y a que espero dedicarme yo dentro no demasiado tiempo.

-Tienes razón, pero me refería a algo más personal, por ejemplo ¿tienes hermanos?

-No, hermanos no, pero tengo algo muy parecido –contestó sonriendo, eso estaba bien, tenía una sonrisa muy bonita y no recordaba haberla visto en todo el día. – Mi primo Ángel.

-¿Ángel? No me suena –dije no sin cierta prudencia, últimamente al parecer no se me estaba dando muy bien recordar a quien conocía y a quien no.

-No le conoces, lleva en casa cerca de doce años, vino cuando murieron sus padres.

-Vaya.

-Si, murieron en un accidente de coche y al parecer mis padres aparecían como sus tutores legales así que se vino a vivir con nosotros, la verdad es que su historia es muy triste pero yo me alegro de que este en casa, es lo más parecido a un hermano que tendré jamás. Estaría bien que os conocierais.

-Si claro –dije mientras le indicaba al camarero que nos trajese la cuenta –. ¿Por que no? Y dime ¿Cuántos años tiene? –intenté parecer interesada de verdad.

-26 y además es veterinario –contestó con un mal disimulado orgullo en su voz que demostraba que realmente le consideraba un hermano, como hija única no pude evitar sentir una punzada de envidia.

Después de pagar aún estuvimos un rato más allí sentadas, la compañía de Rosa me estaba resultando mucho más grata de lo que había esperado y me sentía cómoda hablando con ella mientras el sol comenzaba por fin a brillar con fuerza.

Apenas hablamos de Izan en todo el día, a excepción de la conversación que mantuvimos a la mañana, lo que al principio e incluso hasta casi la hora de comer me puso nerviosa, ya que el era el centro de todos mis pensamientos y quería que continuase ahí. Más tarde llegué a agradecer el hecho de mantenerle alejado de nuestra conversación. Finalmente y con el transcurso del día dejé de pensar en él e incluso llegué a relajarme.

 

Llegué a casa ya entrada la tarde, estaba realmente agotada, habíamos andado mucho, hasta caminamos por las afueras del pueblo un buen rato, y en todo aquel tiempo Rosa no paró de hablar.

Tenía ganas de quitarme las zapatillas, ponerme el pijama y sentarme a leer, necesitaba algo de silencio. Ni siquiera miré hacia su casa y no era algo que evitase hacer conscientemente, simplemente me había relajado, pero mientras abría la puerta sentí movimiento detrás de mí. Me volví despacio, sin saber que hacer o decir si me encontraba con él, pero en lugar de eso allí estaba Travis sentado, me miraba tranquilamente, ni siquiera le había visto u oído acercarse, cuando vio que quería acariciarle se adelantó y puso su cabeza bajo mi mano de nuevo.

 – ¿Qué haces aquí guapo? –miré hacia la puerta de Izan y vi que estaba abierta, no me había dado cuenta hasta ese momento y entonces sentí la necesidad de entrar en casa –. Me voy precioso, no te lo tomes a mal pero aún no estoy preparada –le dije mientras le acariciaba por última vez el lomo.

Me había puesto nerviosa otra vez ante la expectativa de verle de nuevo y no sólo era eso, estaba cansada, mentalmente me sentía agotada, ¿como se suponía que iba ha hablar con el si sólo de pensar en verle me ponía en ese estado?, tenia que controlarme, quería verle de nuevo y pronto, pero desde luego no así.

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