Al cabo de un rato empecé a sentir la imperiosa necesidad de ir al
baño. Miré a mi alrededor pero Izan aún no había salido de casa por lo que
decidí que tendría tiempo suficiente de entrar y salir antes de que el
estuviese de vuelta.
-Ahora
mismo vuelvo chico –le dije al pastor alemán que aún continuaba con la cabeza
apoyada en mi regazo –. Te prometo que no tardaré nada.
En
cuanto me puse en pie y comencé a andar me di cuenta de que tenía intención de
cumplir las órdenes de su amo a la perfección puesto que me seguía decidido y
resuelto a casa.
-Vale,
ya veo que te tomas tu trabajo muy en serio, si quieres puedes esperarme aquí
fuera –dije mientras abría la puerta de casa, ladeó un poco la cabeza hacia la
izquierda mirándome con atención.
-Será
un minuto, lo prometo.
Era
consciente de que si alguien me veía lo más seguro es que pensase que estaba
loca, allí plantada en la puerta, de noche y hablando con un perro que, para
postre ni siquiera era mío, pero ese animal parecía entender realmente lo que
le decía así que para mí aquella situación no tenía nada de particular.
Entré
rápidamente en casa sintiéndome algo culpable al cerrar la puerta tras de mí y
dejar al perro fuera así que en el último momento decidí abrirla de nuevo, y
contemplando a ese gran animal tendido justo en la entrada de mi casa me di
cuenta de que nadie intentaría entrar.
Después
de ir al lavabo fui a mi habitación esperando encontrar entre mi equipaje
alguna camiseta de manga larga en la que no me hubiese fijado al guardar la
ropa en el armario pero como me temía no había llevado ninguna, tendría que
preguntarle a Rosa si había alguna tienda de ropa en el pueblo donde comprar en
pleno mes de julio un par de camisetas de manga larga.
Justo
cuando salía por la puerta me di cuenta de que sobre la cama había dejado una
pequeña mantita roja y negra, ya no me acordaba de ella pero la había
encontrado dentro de un armario mientras hacía limpieza, la había lavado y
apenas había tardado un par de horas en secarse, no era lo suficientemente gruesa
como para dar calor pero me serviría para lo que tenía pensado, la cogí y fui
rápidamente a la puerta. Allí continuaba Travis tumbado, en cuanto me vio
aparecer se puso en pie.
-Ya
está chico, te dije que no iba a tardar mucho –dije mientras le acariciaba la
cabeza y cerraba la puerta tras de mí –. ¿Y qué me dices de tu dueño?, todavía
no parece que haya terminado con sus preparativos así que, si no te parece mal
se me ha ocurrido una manera mejor de esperarle, ¿Vamos?
Me
encaminé hacia el claro con la manta en el brazo y el perro a mi lado, sí tenía
que esperar no había diferencia entre hacerlo sentada en una piedra o
cómodamente tumbada sobre la manta en la hierba, ya estaba anocheciendo y podía
empezar a apreciarse un cielo completamente estrellado. Cuando llegué a una
zona más despejada y lisa que el resto tendí la manta en el suelo y me senté en
ella dispuesta a esperar, Travis se tumbó junto a mí, fuera de la manta pero lo
suficientemente cerca como para que sintiese su aliento en mi mano.
Apenas
me di cuenta de que me había tumbando pero es que comenzaba a estar cansada de
verdad. Mis pensamientos me llevaban una y otra vez a él, ni siquiera llevaba
un día entero en el pueblo y sólo había pasado una tarde con Izan, habíamos
tenido un par de conversaciones, cortas y además bastante raras pero aun así me
sentía a gusto, más relajada, tranquila, no sabía si aquello estaba bien o era
normal teniendo en cuenta que apenas le conocía, pero me gustaba como me hacía
sentir, más que eso, me gustaba el no pensar mientras estaba con él. En algún
momento mis ojos se cerraron del todo y me quede dormida.
Al
cabo de un rato, noté algo sobre mí, a pesar de sentirme más a gusto comencé a
abrir los ojos despacio, me escocían a causa del sueño y por eso supe que no
había dormido demasiado aunque la noche era ya del todo cerrada, el cielo
estaba completamente negro y podían verse literalmente millones de estrellas.
Entonces me di cuenta de que estaba tapada con una gruesa manta, Izan estaba
sentado a mi lado mirándome en silencio, no sonreía pero su mirada y su
expresión eran agradables, hermosas.
-Pero
que… –me incorporé lentamente para no marearme, aún me sentía algo
desorientada.
-Tranquila
–dijo mientras me acariciaba el pelo –. Todo está bien, te has quedado dormida,
al parecer he tardado más de lo que pensaba, lo siento.
-No,
no pasa nada, es que estaba cansada, está siendo un día muy intenso. ¿Cuánto
hace que estas aquí?
-No
mucho, tal vez una hora.
-¿Llevas
una hora ahí sentado? Tenías que haberme despertado, has debido de aburrirte
mucho sin hacer nada.
-Si
que estaba haciendo algo –dijo sonriéndome –. Te estaba viendo dormir.
-Vaya,
gran plan, seguro que lo has pasado bien
-Te
confundes, ha sido muy interesante.
-¿Interesante?
-Si,
y muy agradable además he de añadir. Cuando llegué estabas completamente
dormida, apenas te movías y me dio la sensación de que lo necesitabas. Además
no creo que a Travis le hubiese gustado que te despertase.
-¿A
Travis? – me giré hacia la derecha y entonces me di cuenta de que el animal
estaba a mi lado completamente dormido, respiraba profundamente y tenía su
cabeza recostada en mi pierna.
-El
también estaba cansado y en cuanto vio que venía dejó caer la cabeza junto a ti
y se durmió
-Vaya,
pobrecillo –dije mientras le acariciaba el lomo distraída.
-Bueno,
veo que os lleváis bien.
-Si,
es un animal esplendido y muy cariñoso.
-Si
que lo es, y además le gustas, está tranquilo a tu lado, le gusta protegerte.
-¿Tú
crees? –yo también me sentía a gusto con él.
-Sin
duda, ¿por qué crees acaso que no se ha dormido hasta que yo no he llegado?,
estaba haciendo lo que yo le he pedido que hiciese, estaba cuidando de ti hasta
que yo llegase y sólo cuando me ha visto se ha permitido descansar.
Me
quedé en silencio mirando al pastor alemán, pensando en lo que Izan acababa de
decir, me costaba creer que un animal pudiese ser tan responsable y consciente.
-¿Todavía
tienes hambre? –dijo sacando un pequeño bocadillo de una bolsa de tela.
-Pues
la verdad es que sí, estoy hambrienta.
-Me
alegro porque he traído además algo de fruta de postre.
-¿No
habrás traído agua también? –tenia la boca seca.
-Si
claro, toma –dijo acercándome una botella de agua que cogí al instante.
Cenamos
en silencio, no me resultaba extraño estar allí sentada con él sin hablar, en
ocasiones me sentía incómoda o a disgusto cuando estaba con alguien en silencio
pero no con Izan, en ese momento algo era diferente, a él tampoco parecía
importarle el hecho de que no hablásemos, simplemente estábamos allí sentados
comiendo unos bocadillos y mirando el cielo.
-Bueno,
¿Qué te parece? –dijo mientras se tumbaba a mi lado –. Es precioso ¿Verdad?
-Si
que lo es, nunca había visto tantas estrellas. Tenias razón, hubiese sido una
lástima perderme esto, es una bonita manera de acabar el día –dije mientras me
tumbaba junto a él, había cerrado los ojos aunque no estaba dormido, le sentía
respirar, veía el movimiento acompasado de su pecho y sentía el calor que
desprendía su cuerpo junto al mío.
-¿Estás
bien? –dijo con los ojos aún cerrados.
- No
lo sé.
-¿Qué
pasa? –abrió los ojos y giró la cara hacia mí.
-No
lo sé, me siento rara –dije apartando la mirada –. Estoy bien, pero aun así me
siento extraña.
-Ya
lo sé, no te preocupes.
-¿Lo
sabes?
Esta
vez la que cambió de postura girándome hacia él fui yo, apoyé la cabeza en la
mano para poder mirarle a la cara.
-Si,
sé a que te refieres, no es habitual pasar la noche con una persona a la que
acabas de conocer, no es algo que yo tampoco haga muy a menudo.
-Y
que hacemos aquí entonces.
-Yo
estoy a gusto contigo, ¿Tu no? –también él se había apoyado en la mano y ahora
estábamos los dos cara a cara, su voz sonaba tranquila pero sus ojos parecían
diferentes.
-Si,
yo también, y eso es lo raro, no me suele ocurrir a menudo –me miró con
curiosidad –. Me refiero a que no me suelo encontrar a gusto con gente a la que
no conozco, yo no soy así.
-Bueno,
eso va a cambiar, conmigo vas a estar bien –dijo mientras volvía a tumbarse en
la manta.
Me
tumbé de nuevo a su lado mientras cerraba los ojos, pensaba en lo que me
acababa de decir, con él estaba a gusto y le creía cuando me había dicho que a
su lado iba a estar bien, pero había algo más, con él no me sentía incómoda ni
extraña pero no era sólo porque fuese amable o cariñoso conmigo, había algo
más, era como si no estuviese junto a un extraño, tenía más que la sensación de
conocerle, el estar allí tumbada junto a él era algo que me resultaba familiar.
Estaba
empezando a quedarme dormida de nuevo cuando oí su voz cerca de mí, susurrándome
al oído, como en un sueño –Todo tiene que empezar de alguna manera ¿no crees?
–asentí despacio con la cabeza, los parpados me pesaban demasiado –. Aunque no
sea la primera vez. Te he echado de menos –no podía ni siquiera mover la
cabeza, estaba completamente dormida, sin duda estaba soñando, me había vuelto
a dormir, noté entonces como si me elevase, estaba en el aire y unos brazos me
sujetaban firmemente, sentí un suave roce en la frente.
Hola! :) Soy Nuria, la escritora de Estrella Eterna! Me gusta mucho tu blog, la combinación de colores mola :) Por desgracia no teng tiempo de leer los capítulos, pero la semana que viene intentaré leerlos! Eso sí, si quieres publicar el libro algún día no publiques mucho en internet :P
ResponderEliminarMuacks!