viernes, 1 de junio de 2012

CAPITULO 4, LA PRIMERA NOCHE


 
 

Al cabo de un rato empecé a sentir la imperiosa necesidad de ir al baño. Miré a mi alrededor pero Izan aún no había salido de casa por lo que decidí que tendría tiempo suficiente de entrar y salir antes de que el estuviese de vuelta.

-Ahora mismo vuelvo chico –le dije al pastor alemán que aún continuaba con la cabeza apoyada en mi regazo –. Te prometo que no tardaré nada.

En cuanto me puse en pie y comencé a andar me di cuenta de que tenía intención de cumplir las órdenes de su amo a la perfección puesto que me seguía decidido y resuelto a casa.

-Vale, ya veo que te tomas tu trabajo muy en serio, si quieres puedes esperarme aquí fuera –dije mientras abría la puerta de casa, ladeó un poco la cabeza hacia la izquierda mirándome con atención.

-Será un minuto, lo prometo.

Era consciente de que si alguien me veía lo más seguro es que pensase que estaba loca, allí plantada en la puerta, de noche y hablando con un perro que, para postre ni siquiera era mío, pero ese animal parecía entender realmente lo que le decía así que para mí aquella situación no tenía nada de particular.

Entré rápidamente en casa sintiéndome algo culpable al cerrar la puerta tras de mí y dejar al perro fuera así que en el último momento decidí abrirla de nuevo, y contemplando a ese gran animal tendido justo en la entrada de mi casa me di cuenta de que nadie intentaría entrar.

Después de ir al lavabo fui a mi habitación esperando encontrar entre mi equipaje alguna camiseta de manga larga en la que no me hubiese fijado al guardar la ropa en el armario pero como me temía no había llevado ninguna, tendría que preguntarle a Rosa si había alguna tienda de ropa en el pueblo donde comprar en pleno mes de julio un par de camisetas de manga larga.

Justo cuando salía por la puerta me di cuenta de que sobre la cama había dejado una pequeña mantita roja y negra, ya no me acordaba de ella pero la había encontrado dentro de un armario mientras hacía limpieza, la había lavado y apenas había tardado un par de horas en secarse, no era lo suficientemente gruesa como para dar calor pero me serviría para lo que tenía pensado, la cogí y fui rápidamente a la puerta. Allí continuaba Travis tumbado, en cuanto me vio aparecer se puso en pie.

-Ya está chico, te dije que no iba a tardar mucho –dije mientras le acariciaba la cabeza y cerraba la puerta tras de mí –. ¿Y qué me dices de tu dueño?, todavía no parece que haya terminado con sus preparativos así que, si no te parece mal se me ha ocurrido una manera mejor de esperarle, ¿Vamos?

Me encaminé hacia el claro con la manta en el brazo y el perro a mi lado, sí tenía que esperar no había diferencia entre hacerlo sentada en una piedra o cómodamente tumbada sobre la manta en la hierba, ya estaba anocheciendo y podía empezar a apreciarse un cielo completamente estrellado. Cuando llegué a una zona más despejada y lisa que el resto tendí la manta en el suelo y me senté en ella dispuesta a esperar, Travis se tumbó junto a mí, fuera de la manta pero lo suficientemente cerca como para que sintiese su aliento en mi mano.

Apenas me di cuenta de que me había tumbando pero es que comenzaba a estar cansada de verdad. Mis pensamientos me llevaban una y otra vez a él, ni siquiera llevaba un día entero en el pueblo y sólo había pasado una tarde con Izan, habíamos tenido un par de conversaciones, cortas y además bastante raras pero aun así me sentía a gusto, más relajada, tranquila, no sabía si aquello estaba bien o era normal teniendo en cuenta que apenas le conocía, pero me gustaba como me hacía sentir, más que eso, me gustaba el no pensar mientras estaba con él. En algún momento mis ojos se cerraron del todo y me quede dormida.

Al cabo de un rato, noté algo sobre mí, a pesar de sentirme más a gusto comencé a abrir los ojos despacio, me escocían a causa del sueño y por eso supe que no había dormido demasiado aunque la noche era ya del todo cerrada, el cielo estaba completamente negro y podían verse literalmente millones de estrellas. Entonces me di cuenta de que estaba tapada con una gruesa manta, Izan estaba sentado a mi lado mirándome en silencio, no sonreía pero su mirada y su expresión eran agradables, hermosas.

-Pero que… –me incorporé lentamente para no marearme, aún me sentía algo desorientada.

-Tranquila –dijo mientras me acariciaba el pelo –. Todo está bien, te has quedado dormida, al parecer he tardado más de lo que pensaba, lo siento.

-No, no pasa nada, es que estaba cansada, está siendo un día muy intenso. ¿Cuánto hace que estas aquí?

-No mucho, tal vez una hora.

-¿Llevas una hora ahí sentado? Tenías que haberme despertado, has debido de aburrirte mucho sin hacer nada.

-Si que estaba haciendo algo –dijo sonriéndome –. Te estaba viendo dormir.

-Vaya, gran plan, seguro que lo has pasado bien

-Te confundes, ha sido muy interesante.

-¿Interesante?

-Si, y muy agradable además he de añadir. Cuando llegué estabas completamente dormida, apenas te movías y me dio la sensación de que lo necesitabas. Además no creo que a Travis le hubiese gustado que te despertase.

-¿A Travis? – me giré hacia la derecha y entonces me di cuenta de que el animal estaba a mi lado completamente dormido, respiraba profundamente y tenía su cabeza recostada en mi pierna.

-El también estaba cansado y en cuanto vio que venía dejó caer la cabeza junto a ti y se durmió

-Vaya, pobrecillo –dije mientras le acariciaba el lomo distraída.

-Bueno, veo que os lleváis bien.

-Si, es un animal esplendido y muy cariñoso.

-Si que lo es, y además le gustas, está tranquilo a tu lado, le gusta protegerte.

-¿Tú crees? –yo también me sentía a gusto con él.

-Sin duda, ¿por qué crees acaso que no se ha dormido hasta que yo no he llegado?, estaba haciendo lo que yo le he pedido que hiciese, estaba cuidando de ti hasta que yo llegase y sólo cuando me ha visto se ha permitido descansar.

Me quedé en silencio mirando al pastor alemán, pensando en lo que Izan acababa de decir, me costaba creer que un animal pudiese ser tan responsable y consciente.

-¿Todavía tienes hambre? –dijo sacando un pequeño bocadillo de una bolsa de tela.

-Pues la verdad es que sí, estoy hambrienta.

-Me alegro porque he traído además algo de fruta de postre.

-¿No habrás traído agua también? –tenia la boca seca.

-Si claro, toma –dijo acercándome una botella de agua que cogí al instante.

Cenamos en silencio, no me resultaba extraño estar allí sentada con él sin hablar, en ocasiones me sentía incómoda o a disgusto cuando estaba con alguien en silencio pero no con Izan, en ese momento algo era diferente, a él tampoco parecía importarle el hecho de que no hablásemos, simplemente estábamos allí sentados comiendo unos bocadillos y mirando el cielo.

-Bueno, ¿Qué te parece? –dijo mientras se tumbaba a mi lado –. Es precioso ¿Verdad?

-Si que lo es, nunca había visto tantas estrellas. Tenias razón, hubiese sido una lástima perderme esto, es una bonita manera de acabar el día –dije mientras me tumbaba junto a él, había cerrado los ojos aunque no estaba dormido, le sentía respirar, veía el movimiento acompasado de su pecho y sentía el calor que desprendía su cuerpo junto al mío.

-¿Estás bien? –dijo con los ojos aún cerrados.

- No lo sé.

-¿Qué pasa? –abrió los ojos y giró la cara hacia mí.

-No lo sé, me siento rara –dije apartando la mirada –. Estoy bien, pero aun así me siento extraña.

-Ya lo sé, no te preocupes.

-¿Lo sabes?

Esta vez la que cambió de postura girándome hacia él fui yo, apoyé la cabeza en la mano para poder mirarle a la cara.

-Si, sé a que te refieres, no es habitual pasar la noche con una persona a la que acabas de conocer, no es algo que yo tampoco haga muy a menudo.

-Y que hacemos aquí entonces.

-Yo estoy a gusto contigo, ¿Tu no? –también él se había apoyado en la mano y ahora estábamos los dos cara a cara, su voz sonaba tranquila pero sus ojos parecían diferentes.

-Si, yo también, y eso es lo raro, no me suele ocurrir a menudo –me miró con curiosidad –. Me refiero a que no me suelo encontrar a gusto con gente a la que no conozco, yo no soy así.

-Bueno, eso va a cambiar, conmigo vas a estar bien –dijo mientras volvía a tumbarse en la manta.

Me tumbé de nuevo a su lado mientras cerraba los ojos, pensaba en lo que me acababa de decir, con él estaba a gusto y le creía cuando me había dicho que a su lado iba a estar bien, pero había algo más, con él no me sentía incómoda ni extraña pero no era sólo porque fuese amable o cariñoso conmigo, había algo más, era como si no estuviese junto a un extraño, tenía más que la sensación de conocerle, el estar allí tumbada junto a él era algo que me resultaba familiar.

Estaba empezando a quedarme dormida de nuevo cuando oí su voz cerca de mí, susurrándome al oído, como en un sueño –Todo tiene que empezar de alguna manera ¿no crees? –asentí despacio con la cabeza, los parpados me pesaban demasiado –. Aunque no sea la primera vez. Te he echado de menos –no podía ni siquiera mover la cabeza, estaba completamente dormida, sin duda estaba soñando, me había vuelto a dormir, noté entonces como si me elevase, estaba en el aire y unos brazos me sujetaban firmemente, sentí un suave roce en la frente.

1 comentario:

  1. Hola! :) Soy Nuria, la escritora de Estrella Eterna! Me gusta mucho tu blog, la combinación de colores mola :) Por desgracia no teng tiempo de leer los capítulos, pero la semana que viene intentaré leerlos! Eso sí, si quieres publicar el libro algún día no publiques mucho en internet :P
    Muacks!

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