-¡Hola
preciosa!
Su
voz fue lo primero que oí al despertar pero no me hizo falta para saber que él
estaba allí, incluso antes de abrir los ojos, de escucharle, ya lo sabía.
-Hola
–el sol iluminaba levemente la habitación, podía apreciar las pequeñas motas de
polvo a través de los rayos que entraban por la ventana –. ¿Qué haces aquí?
–dije con voz suave y algo pastosa.
-Despertarte,
¿que si no? –estaba de pie junto a la ventana, se había lavado y cambiado de
ropa, aún tenía el pelo mojado.
-¿Sabes
que esta es mi casa? –dije mientras me recostaba en la cama –. Por lo menos de
momento.
-
Bueno pensé que después de haberte traído anoche en brazos y haberte metido en
la cama tenía cierta libertad.
Me
sonreía abiertamente y no pude evitar mirar las sabanas que tenia encima, era
cierto, incluso me había tapado, las levanté con un gesto rápido y reflejo para
mirar bajo ellas sólo para comprobar que tenia la misma ropa de la noche
anterior, mi reacción hizo que esta vez su sonrisa se transformase en una
carcajada.
-Sólo
te quité las zapatillas dijo dando un paso hacia mi –. Soy todo un caballero,
lo prometo.
-Ya
veo –dije sonriéndole a mi vez –. Y ¿Qué haces aquí exactamente? –terminé de
sentarme en la cama.
-Veras
–dijo sentándose a mi lado –. Anoche me hubiese gustado decirte una cosa pero
lo cierto es que empiezo a preguntarme si tal vez seas una versión moderna de la
bella durmiente.
Me
ruboricé, tenía razón, ¿qué era lo que me había pasado esa noche?, no sólo me
había dormido dos veces sino que me había sentido cómoda y relajada al hacerlo
a su lado.
-Bueno,
en ese caso acepto mi parte de culpa, ¿que querías decirme?
-Veras,
en realidad no quería decirte nada, más bien tenía que hacer una cosa pero como
ya te he dicho soy todo un caballero y no me pareció apropiado hacerlo mientras
dormías –comenzó a acercarse a mí despacio. No era capaz de moverme, era
consciente de lo que ocurría pero no podía hacer nada, veía como se acercaba
lentamente a mí, podía sentir su aliento en mi cara, sus labios dibujaron una
leve sonrisa al hablar –. Ya sabes por eso de que en nuestro primer beso
deberías estar consciente.
-¿Qué?
Apenas
pude decir nada más, sus labios suaves y anhelantes ya estaban sobre los míos,
no podía ni quería apartarme de él, al contrario mis brazos rodearon su cuello
y lo atrajeron más hacia a mí, me dejé caer en la cama llevándole conmigo,
ahora estaba sobre mí, sentía sus caricias en mi costado, mi cintura y entonces
soltó mis manos y se apartó con delicadeza.
-Vale,
no está mal para ser un primer beso, ¿no crees? –su sonrisa era en ese momento
algo más que familiar, era algo natural –. Hubiese sido una lástima que te lo
perdieras, ¿no te parece?
-Sin
duda, hubiera sido una lástima.
Estaba
más que asombrada de mi misma, pero ¿que había hecho? había abrazado y metido
literalmente en mi cama a un chico al que hacía apenas veinticuatros horas que
conocía. Le había besado por primera vez pero no me lo había parecido, no había
sido extraño, al contrario, el contacto de su cuerpo me pareció reconfortante,
como si hubiese estado mucho tiempo esperándolo.
Me
levanté de la cama, él ya no sonreía, se había dado cuenta de que algo en mi
expresión había cambiado, me miraba a los ojos mientras me acercaba, esta vez
fui yo, me puse de puntillas y levanté mi cara hacia la suya, necesitaba
besarle otra vez, necesitaba saber que estaba sintiendo, el no se resistió
cerró los ojos mientras se agachaba para rodear mi cintura con sus brazos, me
levantó suavemente del suelo y nos besamos muy despacio. Cuando separamos
nuestros labios ni siquiera sabía que iba a decir, las palabras fluyeron sin
más.
-Necesito
saber que está pasando Izan, no puedo entenderlo.
-Lo
sé –me miraba dulcemente a los ojos y su voz reflejaba algo más que compresión.
-¿Por
qué todo en ti me es tan familiar? ¿Por qué mi cuerpo se comporta como si
siempre te hubiese estado buscando? no tiene sentido, no te conozco –dije
levantando la voz poco a poco, sin ser apenas consciente de ello.
-Lo
sé, tranquila, todo va ir bien, ¿vale? Yo te ayudaré –sujetaba mis manos entre
las suyas –. Siempre lo hago.
Volvió
a besarme suavemente, primero en la frente y luego en los labios, había oído lo
que me había dicho pero aún así no era capaz de entenderlo, ¿que significaban
sus palabras?, no podía pensar mientras me besaba, mientras sus manos me
apretaban contra él.
-
¡No! ¡Para! –le aparté de mí con fuerza –. No puede entenderte, ¿qué
significa?, no sé qué dices, ¿qué es todo esto? –se separó lentamente de mí –.
Creo que necesito que te vayas, necesito estar sola.
Las
palabras surgieron de nuevo sin control, acababa de decirle que quería que se
fuese cuando la realidad era que al apartarle de mi lado había sentido como si una
cuerda invisible me empujase de nuevo hacia el. Tenía que reaccionar, decirle
que no era cierto, pero no me lo permitió.
-Bien,
puedo esperar, llevo haciéndolo 23 años, puedo hacerlo un poco más, cuando
estés lista estaré aquí, te estaré esperando.
Se
fue sin más, apenas me miró una última vez antes de salir por la puerta, aunque
si fue suficiente para ver que sus ojos estaban apagados y en ese momento me
pareció que no era así como deberían estar, sentí un dolor opresivo en el pecho.
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