Hoy quiero compartir con vosotros algo hacía mucho tiempo que tenía apartado, una colaboración con otra página. Aqui os dejo la pequeña historia que he escrito para acompañar la imagen de Sector. Morir en directo una página que nace para dar a conocer una pelicula que se estrenará el año que viene. No la hace un gran estudio si no gente muy cercana a mí que está trabajando día y noche para que salga adelante.
Espero que os guste
No había descanso posible y lo sabía.
Terminar un sector nunca era garantía de salvación pero aún así habían
decidido parar. Todo lo que se habían dicho eran excusas: Que harían
guardias, que sería solo un momento, que había sido un día largo y que
sus cuerpos estaban exhaustos y necesitados de descanso. Al fin y al
cabo trabajaban en un hospital, sabían que la capacidad del cuerpo
humano para permanecer en alerta era limitada. Todo excusas.
Su
única razón, la de Ron Barek, había sido el acantilado, el sonido del
mar. Claro está, se la había guardado para sí mismo. Se acercaba el
momento en el que solo él podía oír su miedo y esperaba que el ruido de
las olas lo hiciese desaparecer.
Tal vez se estuviese volviendo loco
¿Era posible caer en la locura en tan solo tres días? Antes hubiese
dicho que no, pero antes también se considera incapaz de matar.
Era
ese sonido que solo él parecía oír lo que le hacía dudar, nadie más
escuchaba ningún avión y era posible que no lo hubiese. Tal vez era la
manera que su mente había encontrado para mantenerle alerta, para evitar
que se relajase, que se confiase.
“¡Ya es suficiente!” No podía
continuar haciéndose aquello. Lo más probable era que si decidiesen ir a
por ellos ni siquiera les oyesen llegar. Que ellos hubiesen llegado en
avión al infierno que estaba siendo Death Lilium, no significaba que
quién fuese a cazarlos lo hiciese de la misma manera.
Necesitaba
respirar hondo, aún con la máscara puesta sentía el olor del mar aunque
tal vez ni siquiera fuese su olor real. “Patético”. La primera vez que
veía el mar y en lo único que era capaz de pensar era en ese trozo de
plástico y en la posibilidad de que su final llegase desde el cielo.
Cerró los ojos en un nuevo intento de olvidar dónde estaba, qué estaba
haciendo y por qué. Solo quería respirar y escuchar el mar. Durante unos
segundos se sintió capaz de conseguirlo. Su mente se sumergió en una
agradable oscuridad primero y después poco a poco le mostró algunos de
los recuerdos que esperaba poder conservar cuando todo aquello
terminase.
Un momento de descanso, el único real desde que eligieron
que llevaría cada uno en la carrera, la noche en el hotel que pasaron
tras la elección fue el inicio de su pesadilla. Apenas durmió,
necesitaba familiarizarse con el rifle, con su tacto, con la sensación
de tener un arma en las manos y con su peso. Pero sobre todo necesitaba
saber cómo sería ver a través de la mira telescópica a una persona,
saber que se sentía al apuntar a la cabeza de alguien cuando tu única y
mayor obsesión era mantener con vida a todo el que te rodea. Y eso es lo
que hizo cuando los demás se durmieron, apuntar a Limbo, a Tallen,
respirar y contener las nauseas. Aprender a aceptar lo que tal vez Death
Lilium le obligaría hacer y no dudar llegado el momento. Al día
siguiente, cuando puso el pie en el avión supo que aquella noche en vela
había merecido la pena. Si se veía obligado a hacerlo, apretaría el
gatillo.
Abrió los ojos de nuevo, algo no marchaba bien. Podía oír
la voz de sus amigos aunque era imposible distinguir las palabras, todo
parecía ir bien pero él sabía que no era cierto. La locura le mantenía
en alerta. Agarró el fusil con decisión y echó un último vistazo al mar.
Cuando se dio la vuelta el sonido de los motores le dijo hacia donde
correr. Al fin y al cabo Death Lilium nunca descansa.
Amaya Álvarez
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