jueves, 31 de mayo de 2012

CAPITULO 3, EL POZO





Miré por la ventana y me di cuenta de que iba a atardecer, el día había pasado sin apenas ser consciente de ello, había refrescado un poco pero la temperatura aún así era agradable. El cielo estaba despejado y no se veía a nadie en la calle. Me pareció que sería una buena idea comer algo en el porche tranquilamente mientras veía atardecer, sería una agradable manera de acabar un día tan peculiar como el que había tenido.

Me hice un bocadillo y cogí un bote de zumo de la nevera dispuesta a llevar a cabo mi plan de una merienda tardía en el porche, en cuanto abrí la puerta y salí a la calle supe que aquella había sido una gran idea, se respiraba tranquilidad y apenas se oía algún ruido.

Me senté tranquilamente en la escalera de la entrada mirando alrededor y parándome por primera vez en todo el día a observar realmente lo que me rodeaba, era precioso. Mi casa era la última de la calle y junto a ella había una gran parcela de tierra que hace tiempo había sido una huerta, aquello si lo recordaba, la vieja huerta del tío Agustín, cada recuerdo que conservaba de él tenia lugar allí, adoraba aquella tierra y la cuidaba y mimaba constantemente, sin duda ahora no tenía nada que ver con lo que era antes, estaba llena de plantas, flores y hierbas silvestres, aunque todavía podía apreciarse levemente el camino que traspasaba la huerta, desde casa hasta el bosque. El bosque si continuaba igual, verde, espeso, lleno de árboles, apenas podía verse nada a través de él, y si la memoria no me fallaba justo detrás debía de estar el río.

Dejé que mi vista vagara por el paisaje deteniéndose de vez en cuando en los pequeños detalles que no había sabido ver hasta ese momento, sin duda había tomado la decisión adecuada, aquel lugar me ayudaría, estaba segura de ello.

Me recosté con cuidado sobre la barandilla mientras le daba el último mordisco al bocadillo, cerré los ojos despacio, respirando hondo mientras dejaba que aquella agradable sensación me envolviese. Me di cuenta de que empezaba a sentirme de nuevo somnolienta y abrí despacio los ojos intentando centrar la mirada en algo, no quería quedarme allí dormida, y fue entonces cuando vi el pozo. En frente, justo al comienzo del camino, casi escondido entre los arbustos y las ramas de un gran árbol que no supe identificar. Aquel era uno de mis lugares preferidos cuando era niña, no pude evitar sonreír al verlo y casi inmediatamente sentí en mi boca el sabor de su agua, siempre fresca y deliciosa, ni siquiera me di cuenta de que me había levantado y avanzaba hacia él, casi podía verme allí sentada de niña con el tío, sacando agua con el cubo y mirando hacia el fondo mientras él me agarraba con cuidado para que no me cayese dentro, nunca entendí ese miedo que a mí me parecía del todo irracional, estaba segura de que nada malo podía pasarme allí, sin duda aquel era mi lugar favorito, por aquel entonces no creía que pudiese existir ningún lugar más mágico que aquel.

Cuando estuve al lado del pozo por un momento sentí miedo, miedo de que hubiese cambiado, de que no fuese el mismo lugar, pero estaba equivocada, me di cuenta cuando me recosté un poco sobre el frió borde de piedra, a pesar de lo rápido que había atardecido aún se podía ver el agua cristalina en el fondo y las paredes de piedra gris, incluso podía sentir aquel sabor de nuevo en mis labios.

-Hola preciosa.

-¡Mierda! –el bote del zumo resbaló de mi mano hasta caer dentro del pozo –. ¡Joder!

Ni siquiera me di la vuelta para ver quién estaba detrás de mí y me incliné rápidamente dentro del pozo estirando el brazo como si con aquel ridículo gesto pudiese recuperar la botella que ya estaba en el fondo del pozo.

Sentí que unas manos grandes y fuertes me agarraban por la cintura suave pero firmemente.

-Eh cuidado… –era él, estaba detrás de mí, mirándome con cara de preocupación, el pelo negro y revuelto le caía sobre la frente, me miraba con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido –. Te he asustado otra vez. ¿Verdad?

-Ya bueno, si que me has asustado y se me ha caído el zumo dentro, no sé a quien pertenecerá ahora este pozo pero no creo que le haga gracia descubrir que el sabor del agua tiene un ligero toque a naranja porque a una torpe como a mí se le ha caído un bote de zumo al fondo, imagino que alguien se va a enfadar mucho y lo hará con razón –su cara pareció cambiar en ese momento, sus labios se relajaron y mostraron una media sonrisa que me obligó a contener la respiración a pesar de lo enfadada que estaba en ese momento con él, lo que hizo que me sintiese aún más molesta, no sólo me asustaba y provocaba con ello que se me cayese el zumo, sino que además todo aquello parecía divertirle.

-¿Qué pasa? ¿Te hace gracia?

-No, tranquila, no es eso, es sólo que el dueño no se va a enfadar, te lo prometo.

Continuaba sonriendo y me miraba directamente a los ojos, cada vez más relajado y divertido por la expresión de mi cara.

-Vale, si tú lo dices tendré que creerte ¿no?

Ahora sonreía ampliamente y sin ningún disimulo, no sabía que me molestaba más de todo, el hecho de que encontrase tan divertido lo que a mí me preocupaba o que me costase tanto centrarme o decir cualquier cosa por culpa de esa sonrisa.

-Puedes creerme, es mío y te prometo que no me enfadare cuando note un ligero sabor a naranja la próxima vez que beba de el.

-¿Es tuyo? ¿Si?, no lo sabía.

Ahora entendía porque no podía dejar de sonreírme, él era el dueño del pozo y yo no hacia más que lamentarme por lo enfadado que se pondría cuando se diese cuenta de todo, bueno, supongo que tal vez si tuviese cierta gracia, aunque desde luego no en ese momento y no para mí.

-Hace sólo un par de semanas que vivo aquí –Rosa había sabido calcular a la perfección el tiempo que llevaba su nuevo y guapo vecino en el barrio –. Tu has llegado hoy ¿verdad? Te he visto esta mañana cuando has bajado del taxi, he pensado en presentarme y ayudarte con las maletas pero la verdad es que has sido demasiado rápida para mi, casi no me había terminado de poner las zapatillas y tu ya estabas dentro.

-Bueno pues si lo que querías era presentarte podías haberlo hecho cuando nos vimos esta mañana – solté malhumorada.

En el mismo momento en el que hablé me arrepentí de haber usado un tono tan desagradable. Pero él continuo hablando, aparentemente sin prestar atención a mis palabras.

-Luego también te vi sentada en las escaleras mirando mi casa –me puse tensa sin quererlo, así que si me había visto, no había hecho nada malo pero no podía evitar sentirme como una fisgona –. También pensé en salir a presentarme pero vi que tenias compañía y no quise molestar, creo que tal vez ahora sea un buen momento para intentarlo de nuevo –sonrió pero esta vez sus labios dibujaron una sonrisa cálida y seductora y sus ojos me miraban expectantes mientras me tendía la mano –. Soy Izan.

-Vale, yo soy Carla –dije mientras le daba la mano que estrecho suave pero firmemente entre la suya –. Aunque eso ya lo sabías ¿no?

-Si, sí que lo sabía, aunque siempre me han gustado las presentaciones formales. Encantado de conocerte por fin Carla, este es Travis –dijo mientras se giraba hacia su izquierda y señalaba a un pastor alemán que estaba acostado detrás de él.

-Vaya, hola Travis, eres muy guapo.

No me había fijado en ese esplendido animal hasta ese momento y no pude explicarme como no lo había visto, era un perro grande y elegante con el lomo oscuro. Tenía la cabeza sobre las patas delanteras y nos miraba con curiosidad.

-Es más que guapo, es el animal más amable y fiel que puedas conocer, mientras esté a tu lado puedes estar tranquila, el jamás dejará que nada ni nadie te haga daño, te lo aseguro, ¿verdad chico?

El animal hizo ademán de ir a levantarse pero en su lugar Izan se agachó para acariciarle con ternura la cabeza, el perro volvió a recostarse mientras emitía un pequeño suspiro.

-Espero que no estés enfadada conmigo –dijo mientras se ponía de nuevo en pie.

-¿Enfadada? No que va, es que... –me sentí emocionada al oírle hablar de aquella manera del perro y aquel cambio de actitud me pilló con la guardia baja –. Es que tengo un pronto algo impredecible, o eso dicen, al parecer me cuesta un poco contener mi humor, si, creo que esa es la mejor manera de explicarlo, en fin, ya te irás dando cuenta cuando me conozcas mejor –lo solté todo seguido, sin pensar, y él me miraba divertido mientras yo no dejaba de hablar sobre mi carácter y mis cambios de humor.

-Bueno eso espero, ya sabes, conocerte mejor, me gustaría, me gustaría mucho –en ese momento noté como toda la sangre me subía a la cabeza a la vez.

-Bueno, no sé muy bien que contestar a eso, yo no… –me sentía avergonzada y no podía levantar la mirada del suelo.

-No tienes que contestar nada –su voz era cálida y acogedora, sin duda había notado que me sentía incómoda en esa situación –. Lo siento, lo he dicho sin pensar, no creí que estuviese diciendo nada que pudiese molestarte, sino no lo habría dicho, créeme.

-¡No! No me has molestado –dije levantado la cara y mirándole a los ojos, estaba serio y había inclinado la cabeza para poder mirarme a los ojos, se irguió y me miró con curiosidad.

-No entiendo entonces.

-Soy yo, no soy buena haciendo amigos y no sé muy bien cómo comportarme cuando alguien a quien sólo he visto una vez dice que quiere conocerme mejor, no es que me haya molestado es que…

No pude acabar la frase, no porque no supiese como continuar, al contrario, era un pensamiento que tenía muchas veces pero que nunca había expresado en voz alta, simplemente porque no quería oírlo.

-Es que… –dijo animándome a seguir.

-Es que nadie ha querido nunca conocerme mejor –contesté finalmente mirando de nuevo al suelo y sintiéndome de golpe triste y agobiada.

-Bueno, ya puedes perdonarme, pero no te creo.

-¡Que! –esta vez mi mirada buscó involuntariamente la suya.

-Pues que no te creo, eso simplemente no es posible. No, espera, no me mires así –dijo al darse cuenta de mi cara de incredulidad, ¿el me estaba diciendo a mí que eso no era posible? desde luego no sabía nada de mí, era obvio que no nos conocíamos, que sólo éramos extraños –. Lo único que digo es que simplemente tú no lo habrás notado.

-¿Notar el que? –dije sin poder contenerme apenas.

-Que había gente a tu alrededor que quería conocerte mejor, que quería formar parte de tu vida, tal vez tú no les dejaste pasar –dijo la última parte de la frase bajando el tono de voz, haciendo que sonase tranquilo y amigable o por lo menos intentándolo.

-Ya. Y eso lo dice una persona que me conoce desde hace medio día.

-Tienes razón, no te conozco, pero es que perdona no puedo concebir que exista alguien en este mundo que no haya querido conocerte mejor, estar cerca de ti hasta ahora, porque desde luego lo que es a mí, me pareces la mujer más encantadora y atractiva que he visto nunca.

No podía hablar, ni moverme, ni siquiera sabía si estaba respirando, todo aquello era..., no sabía qué hacer ni si tenía que decir algo, no sabía ni siquiera si tenía que reaccionar de alguna manera.

-Bueno preciosa –dijo mientras sonreía de nuevo y me daba un ligero empujón en el hombro –. Ahora tampoco tienes que decir nada, pero si te agradecería que dejases de apretar los dientes de esa manera, si sigues así vas a estropear esa bonita sonrisa que tienes y eso no estaría bien.

Tenía razón, aflojé la presión de la mandíbula y respiré profundamente notando como el aire llenaba mis pulmones, no pude evitar que un escalofrío me recorriese el cuerpo.

-Ha refrescado, ¿tienes frío?

-Si, creo que si.

Empecé a sentirme mejor aunque no me sentía capaz de mirarle de nuevo a los ojos, esta vez sí que me sentía avergonzada, no había sabido contestarle, seguramente acababa de decirme lo más bonito que me habían dicho nunca y yo era incapaz de levantar la mirada del suelo para darle las gracias o hacer cualquier cosa que le hiciese entender que agradecía sus palabras, era incapaz.

-¿Tienes hambre?

-¿Hambre? –acababa de comerme un bocadillo, aun así… –. Pues la verdad es que también tengo algo de hambre –empecé a levantar despacio mi mirada del suelo intentado adquirir una posición más natural.

-Bueno, se me ha ocurrido una idea para solucionar las dos cosas –estaba animado y no dejaba de sonreír, yo en cambio apenas podía articular palabra.

-Te escucho, sorprenderme.

-¿Qué te parece si entras en casa, te pones algo que te abrigue un poco más y yo mientras hago la cena?

-¿La cena?

-Si claro, aquí las noches son preciosas y sería una lástima que tu primera noche la pasases encerrada en casa y no cenando mientras ves las estrellas, de verdad, es muy relajante. ¿Te apetece?

-Bueno, la verdad es que...

-No voy a dejar que me pongas ninguna excusa ni nada por el estilo así que ni lo intentes –en ningún momento había dejado de sonreír y parecía muy seguro de sí mismo.

-Ya, te creo pero sólo iba a decir que no recuerdo haber traído nada con lo que abrigarme –me fije entonces por primera vez en cómo iba vestido, llevaba una camiseta de manga larga gris y unos pantalones vaqueros.

-Vale, sin problema, entonces espérame aquí un momento y yo me encargo de todo, bueno a no ser que quieras pasar.

¿Pasar?, si apenas había logrado comportarme al aire libre mejor sería no averiguar que era capaz de hacer o decir entre cuatro paredes.

-No, tranquilo puedo esperar aquí fuera.

-Pues entonces…. –alternó su mirada entre su casa y Travis durante un momento hasta que finalmente habló –. Bueno Travis, tengo un trabajo para ti –dijo mirando al pastor alemán que se sentó en cuanto escucho su nombre, como si esperase instrucciones. Comencé a sentirme algo extraña, estaba empezando a tener la sensación de que me perdía algo.

-¿Un trabajo? –pregunté intentando que me hiciese participe de lo que estaba pasando.

-Por supuesto. Travis te dejo al cargo, que nadie se acerque a esta señorita, la dejo bajo tu responsabilidad.

-¿Perdona? –el perro se puso inmediatamente a mi lado haciendo que todo pareciese aún más irreal –. ¿Qué me estoy perdiendo exactamente? –no estaba enfadada pero si me sentía como una niña pequeña de nuevo.

-Veras, me sentiría más tranquilo si sé que el poco rato que vas a estar aquí fuera tu sola Travis te está protegiendo, recuerdo nuestro pequeño encuentro en la tienda y también recuerdo lo que me has dicho y como sabes no es que no crea que seas capaz de hacerlo sola, es que a él también le gusta, se siente útil, ya sabes. ¿A que si amigo? –Travis tenía las orejas completamente rectas y estaba sentado a mi lado mirando a Izan, por un momento tuve la extraña sensación de que le estaba escuchando de verdad, entendiendo todo lo que decía, ya sé que eso no es posible pero por la expresión de sus ojos parecía que realmente comprendiese mejor que yo todo lo que estaba pasando, de repente giró la cabeza hacia arriba y me encontré con unos preciosos ojos oscuros mirándome directamente, no tuve más opción.

-Vale, le puedes dejar al mando, pero que conste que como has dicho hace un momento soy muy capaz de cuidarme a mí misma, sólo quería dejar constancia de ello.

-De nuevo he de decir que no me cabe duda, y gracias de todas formas –se dio la vuelta corriendo hacia su casa –. No tardo nada.

No pude decir nada más, en apenas unos segundos me había dejado allí sola con Travis. Entonces me di cuenta de que ya había oscurecido, lo poco que se podía apreciar de la calle se veía desierta, me giré hacia la huerta, todo estaba oscuro y en silencio, en el fondo agradecía más de lo que podía admitir la compañía de Travis, que continuaba sentado a mi lado, alargué la mano con cuidado hacia él, no era un perro al que conociese y la verdad es que impresionaba un poco, pero él pareció darse cuenta de mi miedo y no me dejo tiempo para dudar, estiró un poco el cuello hacia arriba y me tocó la mano con su morro. Le acaricié despacio la cabeza y el cuello, tenía el pelo largo y suave, su contacto agradable y cálido me tranquilizó en el acto. Había algo en él que me recordaba a su dueño, esa serenidad, una actitud de agradable seguridad que resultaba contagiosa.

No sé cuánto tiempo pasamos allí los dos, finalmente decidí sentarme en un saliente que había en la base del pozo y Travis se tumbó inmediatamente a mi lado poniéndome la cabeza sobre las piernas, continué acariciándole mientras cerraba poco a poco los ojos.

De repente aquel lugar volvía a recuperar su magia.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchisimas gracias Adriana, de verdad que anima y ayuda mucho que te digan estas cosas, gracias :)

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  2. Me gusta, me gusta mucho, de verdad.
    Es facil de leer y engancha.
    Enhorabuena.

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