Un saludo para todos y de verdad que espero que os guste :)
EL CASTIGO I
Conocía su castigo con detalle, llevaba exactamente tres
años sufriéndolo, pero no recordaba el motivo de aquella locura. Había olvidado
muchas cosas en aquellos 1095 días dentro de su cárcel. Presentía que estaba a punto de olvidar mas y sabía que
otras no se las permitirían olvidar jamás.
A pesar de no recordar el daño que había causado sabía que
tenía que ser algo imperdonable pues sufría uno de los castigos más duros.
Estaba encerrado en el cuerpo de otro ser. No podía hacer nada con él, solo
permanecía allí, en completa oscuridad, sin sentir, sin ver, oler o tocar nada,
solo oscuridad. Y durante tres minutos al día, solo tres, podía dar un paso al
frente y observar. Seguía sin tener el control de su cárcel, pero durante ese tiempo podía ver y sentir lo mismo que
ella. A veces tan solo veía unos pies caminando por la acera o el paisaje
volando en la ventana del tren. Pero otras veces, esos tres minutos le ofrecían
algo más, la visión en el espejo de lo más hermoso que jamás hubiese visto, su cárcel. Durante esos años, algunos días
había disfrutado de tres minutos diarios para enamorarse.
Sabía que ese día todo podía cambiar, a las doce de la noche
exactamente podría escapar. Una pequeña trampa en aquel juego. Podría salir
durante tres horas, sería libre y podría
escapar…
Cuando se supo enamorado pensó que habían errado en su
castigo, que se habían equivocado. Ahora sabía que no, que el deseo de tocarla,
de besarla, de amarla, no era un descanso en su lucha, era la parte más
dolorosa de su castigo.
Tuvo que saberlo desde el principio, ellos nunca se
equivocan, nunca regalan nada, su castigo era incluso mayor, si aquella noche
quería escapar dispondría de tres horas de libertad para acabar con su cárcel, solo así su deuda sería
perdonada y olvidada.
Tendría que matarla, a ella. A quien durante tres minutos al
día podía observar en su espejo, podía sentir respirar, podía amar mas
profundamente que a nadie.
A veces durante esos tres minutos en los que ella continuaba
con su vida sin ser consciente de la presencia de su reo, él se detenía a
observar pequeñas partes aisladas de su cuerpo, lo que ella le permitía ver. Si
leía se detenía en el suave movimiento de sus dedos al pasar las páginas, si
caminaba disfrutaba del baile de sus pasos y si dormía acompasaba su
respiración a la de ella.
Durante ese tiempo la había visto llorar, reír y amar, había
renunciado a sus tres minutos por su intimidad o había deseado con todas sus
fuerzas un solo minuto mas para no dejarla sola con su dolor.
Había llegado a amarla con tanta intensidad que el final de
su castigo sería sin duda el inicio de algo insoportable.
Amaya Alvarez
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